Periódico independiente de la provincia de Mendoza

Sociedad

Los hijos desobedientes: «Mi papá es un genocida,

Analía Kalinec está sentada en el comedor de su casa, en Flores. Es la hora de la siesta y la calma está apenas rota por una tortuga que va en contra del mandato de la especie: camina rápido, trepa por los pies, muerde los dedos, hace ruidos de perro encerrado cuando la saca. Analía vuelve y, apenas comienza a contar su historia, señala un rincón del living. Hace poco más de 12 años, ahí estaba el teléfono. Tenía a su bebé en brazos, estaba por amamantarlo, cuando sonó.

«Era mi mamá. Me dijo: ‘Te llamo para avisarte que papi está preso, pero no te preocupes que es todo cosa de la política», cuenta Analía Kalinec aInfobae. «Mi papá era policía retirado y siempre había sido un padre afectuoso, presente. Yo tenía 25 años, era docente y tenía muy poco compromiso social. Jamás lo había relacionado con la dictadura. Además, yo nací en el 79, era muy chica como para haber detectado algo». Al día siguiente, Analía fue a verlo al penal de Marcos Paz y se tranquilizó: su papá también le dijo que estaba todo armado por el gobierno de Néstor Kirchner.

«Empecé a ir a visitarlo todos los domingos. No podía creer que le estuvieran haciendo algo así», cuenta. Era 2005 y lo que estaba pasando, sin embargo, es que se estaban reabriendo las causas contra militares y policías acusados por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura. Lo visitó en Marcos Paz hasta que a Kelinec le dieron el privilegio de ser trasladado al edificio del Cuerpo de Policía Montada, en Belgrano, donde también estaba el sacerdote Von Wernich -hoy condenado a prisión perpetua- a quien Analía no conocía ni de nombre.

Allí llevaba a su hijo a ver a su abuelo, montaban a caballo, comían asados. «Yo seguía en la etapa de negación. No le preguntaba nada, no se hablaba del tema: qué rico el asado, qué lindo día, qué grande que está el nene. Las lógicas del patriarcado estaban muy presentes. A mi papá no se lo podía cuestionar, sólo dudar de él era un acto de traición». La fuga de un detenido obligó a extremar las medidas de seguridad y Eduardo Kalinec fue trasladado al penal de Devoto.

El quiebre interno sucedió cuando quedó embarazada de su segundo hijo. «En la televisión estaban dando una serie con historias de nietos recuperados. Cuando vi la imagen de una mamá en cautiverio hablándole a su bebé en la panza, me puse a llorar tanto que mi marido se asustó. Yo ya estaba estudiando psicología; esa fue la primera vez que empecé a permitirme dudar». La ruptura definitiva fue en 2008, cuando la causa se elevó a juicio oral: «Si era mentira, ¿por qué iba a juicio? La negación era tan grande que yo nunca había leído la causa. Recién ahí lo busqué en Google por primera vez».

Kalinec, que había llegado a ser comisario, estaba acusado de haber actuado en tres centros clandestinos de detención: Atlético, Banco y El Olimpo. Estaba imputado por 181 privaciones ilegítimas de la libertad. En las 812 fojas, los sobrevivientes lo identificaban como «El Dr. K», un apodo que ella conocía. «Cuando leí la causa, pude situarme en un centro de exterminio. Una larga lista de sobrevivientes lo acusaba de tormentos, secuestros y apremios ilegales. Fue un momento muy negro en mi vida. Si mi papá había sido ese y no el que yo creía, toda mi vida había sido una mentira».

Cuando pasó el puerperio, Analía volvió a visitarlo. «Llegué con el sacaleche, imaginate la situación. Le dije que si iba a juicio es porque había pruebas». Me dijo: «Vos no entendés porque sos chica. Imaginate que alguien pone una bomba y va a matar a muchas personas, ¿no harías cualquier cosa para que te diga dónde está la bomba?». Analía le contestó: «¿Me estás pidiendo que justifique la tortura?». Mientras se iba, su papá, angustiado, le preguntó: «¿Vos creés que soy un monstruo?». Ella contestó: «Como papá, no».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *