Periódico independiente de la provincia de Mendoza

Opinión

Difícil de digerir

Tanto ahora como en el pasado, frente a alguna de las muchas situaciones que suelen calzar muy bien dentro del made in Argentina, hemos escuchado la reflexión «este es un país de locos». Seguramente infinidad de veces, y la verdad que toda la sucesión de episodios que vienen dibujando la realidad, no hacen otra cosa que afirmar la aseveración. A veces dicha en forma irónica, otras tantas como rezongo, pero también unas cuantas por ser una manera que no necesita de aclaraciones para describir el tiempo que nos toca vivir.

¿Parece exagerado? Tal vez lo sea, pero por las dudas vayamos repasando algunos de estos hechos. Para comenzar no está mal mencionar la guerra de las estatuas, llevando de aquí para allá las de Cristóbal Colón y Juana Azurduy, según la ideología de quien lo disponga. Con la añadidura que este ir y venir de mármoles y bronces cuesta varias decenas de millones de pesos, casi como si sobraran. Las tomas de colegios es otra de las cuestiones que tanto preocupan como afligen, para colmo mezclando también aquí cuestiones políticas, pues el fogoneo kirchnerista tanto en padres y alumnos como sindicalistas de uno de los gremios, con el objetivo claro de generar el mayor clima de caos posible previo a las elecciones. La cuestión es que hace más de 50 días que están sin clases, por decisión de grupos minoritarios. Como si fuera poco, algunos estudiantes -de los malos seguro, que son muchos, pues de diez se reciben dos- adoptaron la modalidad de mandar alarmas de bombas en los colegios, al punto que aquí en nuestra provincia, en Rosario y Santa Fe, hemos tenido cerca de 200 de estas denuncias y otras tantas en Buenos Aires. Cada operativo para revisar, acordonar el edificio, ambulancias y todo el personal restante, cuesta unos 30.000 pesos. Busque la calculadora y sume, es plata que sale de nuestros bolsillos, no la ponen Macri ni Lifschitz.

Mientras tanto, las movilizaciones -por ser benignos en el calificativo ya que a veces se trata de verdaderas convocatorias a la violencia- con gente encapuchada, con palos e incluso con alguna otra clase de armas, continúa como si nada. Y si faltaba algo, aparecieron las bombas molotov, cocteles incendiarios que tanto pueden aparecer en la Patagonia contra la Gendarmería como en pleno centro de Buenos Aires. Sin embargo, la policía sólo observa. De ninguna manera alentamos represión, que siempre es peor que el problema que se busca solucionar, pero si un orden que muy peligrosamente está desapareciendo. No sólo de ahora, sino desde hace mucho tiempo.

El caso de la desaparición de Santiago Maldonado, que todos queremos sea aclarado y los responsables paguen con la cárcel, fue politizado hasta la médula, primero por el gobierno, después por el kirchnerismo y ahora, aunque hay algunos avances, parece haber entrado en un cono de sombra, pero el grave problema de los mapuches RAM quedó instalado. En tanto se mezcla con el reclamo de Julio López, que desapareció hasta 11 años.

Y si retrocedemos un poco, entonces no alcanza el espacio. A dos años y medio seguimos yendo y viviendo con el asesinato del fiscal Nisman, y toda la investigación sobre la corrupción kirchnerista es una novela a la que la faltan todavía muchísimos capítulos. Cómo será que todavía están pendientes casos resonantes de hace dos décadas, que ni vale la pena mencionar. Justicia lenta no es justicia, tal cual. Y aquí en la Argentina la lentitud sobra por donde uno mire.

Mientras tanto, y en otro orden aunque sin cambiar demasiado el rumbo, Macri ahora entona Cambalache, Cristina habla de debate cuestión de sumar un puñado de votos, y de la ANSES siguen manoteando el dinero de los jubilados.

El mundo en cambio, está peor que nosotros. Cualquier día el gordito coreano Kim Jong-un o el norteamericano Trump aprietan el botón rojo y a cantarle a Gardel. Por ahora amagan y se amenazan, pero viendo y escuchando a estos dos tipos, la posibilidad no es remota. Perdón, no es la intención amargarles el domingo.

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