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La CGT, con peleas internas que no cierran: una señal de alerta para el Gobierno y para el peronismo

Nada está muy bien. Con ese diagnóstico, la CGT se despide del 2017 y encara un 2018 que, por lo menos en el arranque, no promete ser sencillo. Además de los datos que circulan, lo dice el abecé de la política: nada está muy bien cuando hace falta hablar mucho de sostener la unidad y aparece alguna que otra foto para morigerar la sensación de crisis. No alcanza para diluir la imagen que deja el fin de año y que es, al mismo tiempo, una señal de alerta para el Gobierno y para el peronismo.

Hay algunas certezas y muchas brumas, que a pesar de las idas y vueltas de estas horas no se consumen sólo en las internas. Los jefes sindicales ya casi han blanqueado la disputa por una nueva conducción cegetista, tienen pendiente el modo de reposicionarse frente a la postergada reforma laboral, no encuentran remanso en el peronismo –más bien, todo lo contrario- y la relación con el Gobierno se ha vuelto a complicar, aunque no faltan ni dejan de ser transitadas distintas vías de contacto. Esto, sin contar con el inicio del ciclo de paritarias.

Primero, entonces, la interna. A esta altura, parece claro que los jefes sindicales están discutiendo el tipo o formato de conducción de la CGT. No está definida la cuestión, al punto que las señales de unidad y respaldo al actual triunvirato –Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña- conviven con los trascendidos

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