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«La cordillera» “Zama” y «Alanis», las propuestas argentinas más interesantes

La pantalla grande del cine argentino de  este año que se va contó con tres casos que, por diferentes motivos, se convirtieron en los más destacados de un año en el en que se estrenaron cerca de 200 películas nacionales: «Zama», de Lucrecia Martel, «La cordillera», de Santiago Mitre» y «Alanis», de Anahí Berneri.
No es casual sino causal que dos de los mejores filmes de 2017 aborden temas que, ambos desde la ficción y, ubicados uno distante del otro por más de tres siglos, tengan que ver con el poder, sus excesos y sus consecuencias. Sea en la misma gente que lo ejerce o en quienes están por debajo, unos expertos tejedores, los otros a la espera de la nada.

El oficial corregidor Diego de Zama es un hombre en un lugar equivocado, alguien que no parece conforme con la vida, del que no se conoce nada de su pasado pero sí de su presente sometido al poder, y se puede también desentrañar, en poco tiempo, que su infeliz presente es inexorable y su futuro trágico.

Es sabido que la literatura tiene su lenguaje y el cine el suyo, cuestión que genera discusiones, pero Martel logra que «Zama» supere esa idea de traición que subyace y el resultado deviene una obra dueña de un tan riguroso como elaborado discurrir cinematográfico, algo que muy difícilmente logran las «adaptaciones».

La directora de obras como «La ciénaga», «La niña santa» o «La mujer sin cabeza» no se somete a la simple adaptación sino a dejarse llevar por la interpretación, con su propia semántica y caligrafía, logrando que sus imágenes de aquella civilización llegada para colonizar a lo salvaje, cobren vida y generen un universo hipnótico.

Don Diego de Zama está en la Asunción del siglo XVIII, y aguarda un traslado que es clave para él, uno que lo llevará a un lugar seguro, pero para lograrlo, le prometen una y otra vez, deberá superar obstáculos, inacabables, que finalmente incluirán la captura o muerte de un forajido portugués, famoso por su crueldad.

Zama, el corregidor, está condenado a algo que nunca alcanzará, aunque aparentemente podría hacerlo, es decir, algo que suele ocurrirle a los que están condenados de antemano, primero a la humillación, después a la muerte y finalmente al olvido.

Si hay algo importante que habla de cine en «Zama» es su despojo de las palabras inútiles, el subrayado en el crear climas que viajan por el tiempo, el insistir con la sensación de encierro a pesar de lo abierto de todo, el desasosiego de un camino sin retorno.

«La cordillera», el tercer film del autor de «El estudiante» y la remake de «La patota» cuenta la historia de un presidente argentino a poco de haber triunfado en las elecciones, del que no se da su filiación política, y que enfrenta al mismo tiempo su algo compleja vida personal.

En verdad, el personaje interpretado por Ricardo Darín es un hábil tejedor de tramas, que comparte lo justo y necesario con sus manos derechas, y que es puesto a prueba cuando tiene que enfrentar una reunión cumbre que se realiza en lo alto de la cordillera, es decir en un lugar en el que hay que tener un singular cintura para no caer al abismo.

Lo mismo ocurre con su vida privada, en particular con su hija treintañera que padece su propia existencia por viejos conflictos poco claros en la misma relación familiar, que sin embargo comprometen el nuevo rol que su padre asumió, y por el que este personaje está dispuesto a justificar o negar los medios para llegar a su fin: el poder.

Santiago Mitre ya es dueño de la habilidad suficiente para construir un relato que mucho recuerda a «House of Cards», pero también lo hace del mejor cine de Alfred Hitchcock, en el armado con precisión quirúrgica de un episodio que algunos críticos juzgaron fuera de lugar, pero que sirve para incluir en la trama un toque freudiano, que fuerza varias lecturas.

Mitre no estuvo solo en la confección del guión, que contó con la colaboración de Mariano Llinás; y también estuvo acompañado de un elenco de innegable solidez, encabezado por Ricardo Darín, Dolores Fonzi y Erica Rivas, así como la sobresaliente participación de los españoles Javier Juliá en la fotografía precisa, y la partitura del talentoso y multipremiado Alberto Iglesias.

Con «Alanis», la directora Anahí Berneri consiguió retratar un mundo duro, el de la prostitución, con un neorrealismo a la porteña, poniendo en eje a su protagonista epónima, logrando conmover y abofetear prejuicios y machismos en todo lugar donde se vio o compitió, como ocurrió en el Festival de San Sebastián, donde se llevó dos premios.

Anahí Berneri se convirtió allí en la primera realizadora de origen argentino en la historia de ese festival en ganar la Concha de Plata, lo que marca haber alcanzado un momento importante de su carrera; mientras que Sofía Gala consiguió con esa interpretación el mismo trofeo como Mejor Actriz, siendo la quinta argentina en lograrlo allí en Donostia.

Finalmente en el circuito comercial, en 2017 con «Mamá se fue de viaje», Ariel Winograd y el actor Diego Peretti golearon a Marcos Carnevale y Adrián Suar («El fútbol o yo») en un partido que terminó con 1.7 contra 1 millón de espectadores en la taquilla de todo el país.

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