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Opinión

Macri es el presidente más fuerte de la región, comparado a Messi en el fútbol. Los lugares supuestos de Neymar y Suárez son más difíciles de llenar.

Por Jorge Quiroga (*)

La integración en el Mercosur siempre fue retórica y discursiva. Sólo funcionó, deslumbrantemente, en Barcelona con el tridente futbolístico de Messi, Suárez y Neymar.
La economía no es como el fútbol. Nuestra región no aprovechó a plenitud la bonanza china en este siglo, en parte por la perniciosa influencia del “Socialismo XXI”, que bajo el liderazgo de Venezuela y con satélites en varios países, exportaba autoritarismo mientras socavaba la integración comercial que no sea petrolera, para con una OEA insulsa pulverizar la democracia regional. Hoy quedó claro que este proyecto no era más que una caterva de socios listos, corruptos y criminales.

El nocivo régimen venezolano hoy está colapsando. Se fue el carisma comunicacional, mientras la petro-chequera quebró por ineptitud, producción declinante y precios menguantes. Nicolás Maduro no es su predecesor y se nota. El extinto Chávez provocaba risas con sus cuentos, sacaba lágrimas cuando dramatizaba y levantaba aplausos con su retórica. Maduro provoca risas con su retórica; saca lágrimas cuando el pueblo sufre por el desabastecimiento, criminalidad y represión; y sólo será aplaudido cuando esté camino a una hamaca caliente en Cuba, o a una celda fría en La Haya.

Venezuela vive una distopía surrealista y enfrenta la tragedia más grande de la historia latinoamericana: está sumida en una catástrofe humanitaria y un colapso económico, está sometida a una feroz y atroz represión, y expoliada por una dictadura pura, dura, inepta y delincuencial.Su economía se ha contraído a casi la mitad durante la gestión de Maduro, la inflación es más alta que en Zimbabue, la criminalidad peor que en zonas de guerra, la escasez parecida a la de Sudán, produce más refugiados que Siria, retornó la malaria que mata niños que son enterrados en féretros de cartón, mientras adultos comen de la basura.

La democracia anda peor, la oposición política está criminalizada, la prensa amordazada y ante el rechazo popular el régimen desató un golpe continuado desde diciembre 2015: primero, castrando el congreso opositor con decenas de fallos judiciales; segundo, cancelando el referéndum revocatorio presidencial del 2016; tercero, aniquilando la república con el fraude constituyente del 30 de julio pasado; y, cuarto, robándose abierta y descaradamente las gobernaciones regionales, cerrando la vía electoral mientras se consolida la ANC constituyente, la todopoderosa Asamblea Narco Cubana.

Todo esto sucede en medio de un saqueo económico sin límites. En Venezuela se han despilfarrado casi dos décadas de ingentes ingresos petroleros, después vendieron el oro del Banco Central, empeñaron CITGO a los rusos y las reservas hidrocarburíferas a los chinos. Ahora se están robando el futuro vendiendo bonos de hambre a 20-35 centavos por dólar, con intereses exorbitantes, a bancos de Wall Street. Esto va más allá de “raspar la olla” económica, esto es regalar las ollas e hipotecar platos y cubiertos por los próximos veinte años.

La comunidad internacional debe actuar de forma coordinada, rápida y efectiva en cuatro vertientes: 1) Reconocer solamente al Congreso Nacional y las instituciones legítimas derivadas de éste, como el poder judicial, la Fiscal y un eventual órgano electoral en el exilio. 2) Desconocer la ANC y sus fiscales, jueces, elecciones, gobernadores, alcaldes e instituciones inconstitucionales, en todos los espacios regionales e internacionales en que estos se congregan o reúnen. 3) Promover sanciones, embargar bienes y congelar cuentas en todos los países a toda la cleptocracia gobernante y a sus testaferros. 4) Respaldar las investigaciones abiertas en la OEA sobre crímenes de lesa humanidad cometidos por jerarcas del régimen, para llevarlos a La Haya.

Pero estas acciones requieren liderazgo, requieren un tridente democrático que haga en el terreno de la libertad, lo que veíamos en el futbolístico. Almagro es el Luis charrúa, con sus demoledores e irrebatibles informes. Macri debe ser Messi, el Presidente más fuerte hoy en nuestra región y que ha mostrado un marcado compromiso en defensa de la democracia venezolana.

El lugar de Neymar es difícil llenar por las dificultades internas en Brasil; se requiere un líder brasileño que haga contra la dictadura caribeña, lo que Sergio Moro hizo contra la corrupción, que sea una referencia regional de la dimensión del sudamericano más grande del reciente cambio de siglo: Fernando Henrique Cardoso.

En Venezuela ha llegado la hora que todas las democracias de nuestra región actúen conscientes de lo que señalaba el Obispo sudafricano Desmond Tutu, quien dijo: “si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Los neutrales entre la democracia venezolana y la dictadura podrida y totalitaria, serán verdugos de la primera y cómplices de la segunda.
(*) Ex presidente de Bolivia.

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