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Sociedad

Similitudes y diferencias entre Barreda y Zalazar

El psiquiatra Miguel Maldonado analizó el caso del Karateka y lo comparó con el del otontólogo platense. La elección del arma homicida, el rol de los hijos y la conducta que adoptaron después del “golpe”

Daniel Gonzalo Zalazar, el karateca femicida de Godoy Cruz forma parte de un oscuro lugar en la historia policial de la Argentina. El médico de 30 años tomó notoriedad pública luego de asesinar a cuchillazos a su ex pareja, y a la tía y abuela de la joven que vivían con ella. Intentó degollar a su beba de diez meses, apuñaló al hijo mayor de su ex y buscó sin suerte al menor, que logró sobrevivir tras esconderse cinco horas en el baúl de un auto. BigBangNews entrevistó al psiquiatra Miguel Maldonado para poder analizar las similitudes y diferencias del “baño de sangre” de Mendoza con el cuádruple femicidio perpetuado hace 24 años por Ricardo Barreda.

“Barreda es un psicótico, un delirante. Tenía toda una trama detrás del cuádruple homicidio. Él venía cunando la idea de desprenderse de las mujeres de su familia porque no seguían las indicaciones que él les daba”, recuerda Maldonado en diálogo con BigBang, antes de aclarar: “Es difícil establecer puntos de conexión entre los casos porque ningún ser humano es igual, incluso desde una misma patología».

Fue el imaginario popular el primero en conectar ambos casos. Ambos profesionales, de aparente personalidad tranquila, que emprendían un baño de sangre hacia el seno de su propia familia. Y así, conforme se conocían más detalles del femicidio de Mendoza, el karateca se convirtió en pocas horas en el “nuevo Barreda”.

“Son crímenes muy distintos”, sostiene el psiquiatra forense. “En el caso del famoso karateca, hay algo que se viene dando con frecuencia en los crímenes de los últimos años: la pasión como trasfondo y entendida como la emoción intelectualizada y prolongada en el tiempo. Puede ser amor u odio”, refuerza.

En el caso del odontólogo, el detonante fue otro. “Eran esas mujeres o él. Barreda lo planificó con tiempo y desde una estructura de pensamiento. Ahí no hubo amor, ni odio: había delirio. Es el momento en el cual el pensamiento se aparte de la lógica. Él reacciona así porque estaba convencido que las mujeres querían deshacerse de él”.

La elección del arma homicida: ¿qué dice del asesino?

Elena jamás imaginó que la escopeta Víctor Sarrasqueta (calibre 16.5) que le llevaba como obsequio a su yerno de su viaje por Europa iba a costarle la vida. Fue esa el arma elegida por Barreda para llevar adelante su cacería. “El disparo es algo que termina con la vida de la víctima en el momento, la abate. Es una eliminación total, un remate que toma segundos”, explica el especialista.

Aunque todavía no encontraron el arma homicida de Zalazar, las primeras pesquisas advirtieron que las víctimas fueron atacadas con un cuchillo y un cuello de botella de vidrio. No se determinó si los llevaba consigo antes de ingresar al domicilio o si los agarró durante una discusión con su ex pareja en el comedor, lugar en el que comenzó su ataque.

“El caso del cuchillazo es diferente al del disparo. Hay más saña, existe, entendiéndose bien, una suerte de ‘satisfacción’ en la prolongación un poco de la agonía. Hay un cuerpo a cuerpo distinto, por más que él era consciente de que tenía un manejo total de su cuerpo”.

El karateca es, en realidad, cinturón negro en el Taekwondo. Había alcanzado el escalafón que le permitía impartir la enseñanza del arte marcial y, de hecho, fue durante esas clases que conoció a Claudia, quien llevaba a sus hijos para que practicaran ese deporte. “Se veían en el club y fue ahí donde empezaron a salir, pero no era una relación formal”, precisaron desde el entorno de la víctima.

“Está claro que sabía manejar elementos defensivos y ofensivos de mano, como un garrote o un cuchillo. Ninguna de las mujeres a las que atacó dominaban esa ténica y, en ese sentido, él sabía que tenía una superioridad física imposible de acortar”, suma el perito, y reconoce: “Cuando se produce la descarga de adrenalina en un hombre acostumbrado a la lucha va con el espíritu de lucha: matar o morir”.

El papel de los hijos y el “desdoble” de la realidad

El hilo más perverso que ata a Barreda con Zalazar es el ataque hacia su descendencia. “A ninguna persona sana le parece normal que agreda de muerte a su propio hijo, es inimaginable para la sociedad”, reconoce Maldonado. Sin embargo, mientras Barreda logró asesinar a sus dos hijas, Zalazar falló en su intento de deshacerse de Mía, su beba de 10 meses.

“El corte fue realizado con una precisión tal que nos permite afirmar que el intento fue homicida”, precisaron los médicos que atendieron a la beba, ahora estable, aunque todavía en terapia intensiva. “Tiene lastimada la boquita y el cuello”, planteó su tía, mientras que Rodolfo, el abuelo materno de la criatura, sumó: “Intentó degollarla, eso está claro”.

Según el perito psiquiatra, ninguno de los dos hombres tenía una construcción de padres activa al momento del crimen. “Cuando le pregunté qué es lo que le pasaba o sentía cuando pensaba en sus hijas me di cuenta de que las había separado de ese rol. Las recordaba cuando eran chiquitas, cuando lo besaban y abrazaban o jugaban con él. Pero sus hijas grandes, independientes y a las que mató, no eran sus hijas para él”, recuerda Maldonado.

“Lo siento por mi hija más chica, que fue a la que menos le di creo y de la que más recibí”, declaró en su momento el odontólogo.

Similar era el vínculo de Zalazar con su beba. “No la quería a la nena, no quería saber nada con ella. Pasaba un poco de plata, pero mi hermana tenía prohibido hasta sacarle fotos con él”, explicó la hermana de una de las víctimas. “Pareciera entonces que el karateca sigue los mismos pasos, no había un vínculo emocional construido, si la miraba, no sentía que fuera su hija”.

Con la sangre en las manos: las horas posteriores al crimen y la cortada

Maldonado recordó el papel clave de María “Pirucha” Guastavino, la “amiga con beneficios” del odontólogo. “Ella le había alimentado bastante el concepto de que ‘sus mujeres lo querían matar’ y, poco a poco, se instaló en su cabeza un poco el: ‘Son ellas o yo’”, recapitula. Tal fue el papel de su amante, que fue a ella a quien Barreda le confesó por primera vez el crimen. “Me mandé una cagada”, le reveló, minutos después de deshacerse de los cartuchos en el container de basura que se encontraba en la esquina de la casa de Guastavino.

Barreda “trabajó” con tranquilidad. Con los cuatro cuerpos todavía calientes, el odontólogo logró conciliar el sueño y dormir una siesta. Guardó las vainas de la escopeta en el baúl de su Ford Falcon, para descartarlas en lo de su amiga, “Pirucha”. Horas después partió rumbo al zoológico a contemplar a las jirafas y los elefantes porque “lo relajaban”. Una visita a la tumba de sus padres y, luego, la cita amorosa con Hilda Bono en un hotel alojamiento.

“Actuó con una normalidad que cualquier persona sana no puede entender. Durmió la siesta, se deshizo de la evidencia, desacomodó su casa para que pareciera un intento de robo, buscó a su amante, tuvo sexo”, enumera Maldonado, y aclara entre risas: “Existe una explicación, pero para entenderla hay que cursar años y años de psiquiatría”.

La actitud de Zalazar fue distinta. En principio, el hombre había ingresado pasadas las dos de la mañana al domicilio en el que vivía su ex pareja, pero recién lo abandonó seis horas después. Fueron 360 minutos agónicos para el pequeño que los pasó encerrado junto a su perro en un baúl, pero innecesarios: los crímenes fueron cometidos a las tres de la mañana.

«Lo llamamos esa mañana porque nos llamó la atención que no viniera a entrenar. Nos atendió tranquilo. Dijo que lo habían asaltado y que, como se había resistido, lo habían lastimado

No limpió la escena del crimen, no se deshizo de los cuerpos y había dejado de buscar hacía horas al único hijo de Claudia que logró escapar de la masacre (la mayor no había dormido esa noche en la casa). Sin embargo, no llegó al gimnasio Total Gym. A las ocho de la mañana debía reunirse para entrenar junto a sus compañeros “sabones” de taekwondo.

“Lo llamamos porque nos llamó la atención que no viniera. Nos atendió tranquilo. Dijo que lo habían asaltado y que, como se había resistido, lo habían lastimado”, reveló a BigBang un compañero del homicida. Esa fue la misma coartada que utilizó por la tarde cuando ingresó al Hospital Central a atenderse de la lesión en uno de los tendones de su mano izquierda que le habría producido la resistencia de sus víctimas. Pero la historia no cuadró y las autoridades se pusieron de inmediato en contacto con la Policía. Su detención se concretó minutos después.

“Él también intentó deshacerse de la evidencia. Dejó el gas abierto y puso una vela junto al horno. Eso está hablando de que ha pretendido destruir todo: las pruebas, la escena del crimen, los cuerpos, la acción».

Mientras que Barreda se tomó el tiempo de recoger las vainas de los nueve disparos, Zalazar optó por dejar el gas encendido y prender una vela, esperando que todo explotara por los aires. Fue menos prolijo, casi como alguien que no tuvo demasiado tiempo de pensar el crimen. “Él también intentó deshacerse de la evidencia. Dejó el gas abierto y puso una vela junto al horno. Eso está hablando de que ha pretendido destruir todo: las pruebas, la escena del crimen, los cuerpos, la acción”, advierte el psiquiatra forense.

La premeditación del homicidio y las dudas sobre el karateca

Hubo un dato que le llamó la atención a los familiares de las víctimas del karateca y que la investigación analiza para probar la premeditación del crimen de Mendoza: él no solía ver a su ex mujer y sólo se comunicaba con ella a través de mensajes de texto. No frecuentaba el barrio, al punto de que los vecinos no sabían ni quién era. Pero ese día, algo cambió. “Paso y te dejo leche para la beba”, le escribió a Claudia, quien accedió al acercamiento. “No puedo entender cómo mi hermana no se dio cuenta de que algo raro pasaba”, lamentó Paula, hermana de la víctima.

“A diferencia de Barreda, quien llevaba tiempo pensando el crimen, en este caso no es muy clara la construcción previa por parte del karateca. Si bien hay una decisión clara de terminar con todo ese grupo familiar, en el que se encontraba su propia hija, es probable que haya sido una idea que en algún momento tuvo, pero no profundizó”, vaticina el especialista.

Según el relato de Bautista, el pequeño que logró escapar del ataque, el padre de su hermana menor “estalló de pronto”. “Estaban charlando bien y de la nada empezó a matarlos a todos”, le relató el nene de ocho años a su abuela. “Probablemente existió algún detonante que le disparó una idea que ya venía incubando. Ahora queda en los especialistas determinar si realmente actuó bajo la influencia de la pasión o si es un proceso que viene de mucho tiempo atrás”.

De todos modos, Maldonado coincide con los familiares de las víctimas en que fue llamativa la aparición del hombre en la casa. “De no haber sido algo frecuente, es probable que haya buscado cualquier pretexto para poder ingresar a la casa y llevar adelante la masacre”.

Fuente: BigBangNews

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