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Opinión

Una mesa pretenciosa, como aquella Margarita que quería ser Margot

El pago del bono de fin de año es un laberinto pocas veces visto en materia salarial.

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Por Luis Tarullo 

De Agencia Dyn

Los caballeros de la mesa redonda de la Casa Rosada solo pudieron dar a luz una escuálida lista de buenas intenciones que, en algunos aspectos, aparecen más como un problema que como una solución.

Al final, el gobierno, los empresarios y los dirigentes de la CGT firmaron algo que hasta ahora solo se cumplirá concretamente en una de sus partes: la no aplicación del Impuesto a las Ganancias al medio aguinaldo de diciembre.

El pago del bono de fin de año es un laberinto pocas veces visto en materia salarial en la Argentina y se ha transformado en un galimatías hasta para los gobiernos provinciales y municipales, incluso del mismo signo político que la administración nacional. 

Graciosamente, los protagonistas de la ampulosa mesa pusieron como piso del bono la cifra de dos mil pesos, pero con la misma liviandad dejaron en libertad de acción a casi todos los actores (ellos mismos) para que lo paguen como puedan. Así cualquiera, dirían en el barrio.

Hace rato que varios mandatarios, como el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, dijeron que no iban a poder afrontar ese pago.

Salvo, claro está, que como siempre, al clásico estilo unitario pero al revés esta vez, desde Buenos Aires salgan las carretas y las diligencias con las monedas de oro para las arcas provinciales.

Los empresarios también se quejan de su situación y muchos de ellos, que han hecho colchones de ganancias que dan vergüenza ajena, parecen pordioseros a la hora de quejarse cuando se les pregunta por el pago de una ínfima cifra compensatoria, no ya por la reapertura de paritarias por la que lloran como Magdalena cuando se la nombra.

Y a propósito, el otorgamiento de ese bono encierra justamente una jugarreta añorada por gobierno y empleadores y tácitamente avalada por algunos gremialistas para no entrar en un conflicto de larga duración, como era, precisamente, la reapertura de las negociaciones colectivas para discutir aumentos adicionales.

La idea era acotar ese debate a los gremios que habían pactado por períodos cortos, como Comercio, que recientemente anunció el acuerdo para el segundo tramo. Hasta ahora se ha logrado.

Pero de todas maneras el panorama no está exento de conflictividad porque, como se ha visto, los dos mil pesos no están garantizados ni siquiera para la mayoría. Más aún, parece que, pasado el tamiz, un grupo bastante limitado está por ahora seguro de cobrarlo. Leyendo la letra chica del acuerdo, son muchos más los que quedan afuera.

Y hay otro punto caliente: esa compensación podría, en algunos casos, ser «a cuenta» de futuros aumentos en las próximas paritarias. O sea, no solo se generan problemas ahora, sino también para más adelante.

En el otro andarivel de conflicto están circulando las centrales sindicales no peronistas -las dos CTA- y las organizaciones sociales que suelen tener gran capacidad de movilización, quienes ya anunciaron la puesta en marcha de acciones de protesta y medidas de fuerza para principios de noviembre.

En este segmento militan dos sectores muy importantes: los estatales de la administración pública y los docentes, grupos habitualmente díscolos, especialmente en esta etapa de gobierno macrista.

Desde UPCN, Andrés Rodríguez trató de llevar calma revelando que los estatales nacionales tendrán un bono similar al de los privados, pero ATE no comparte esa visión y, aún si lo recibiera, pretende más y quiere paritarias.

Por eso se viene una nueva etapa de medidas de acción directa y un pre-fin de año que promete ser ruidoso al menos de parte de ese sector.

Pero tampoco hay que dejar de mirar a la CGT unificada hace poco, en cuyo interior hay crujidos, especialmente provocados por un grupo del cual la cara visible es Pablo Moyano. El hijo del ex jefe cegetista tira mensajes hacia el interior de la central y hacia los empresarios del gremio camionero, habida cuenta de que para todos los fines de año los trabajadores del área reclaman un plus. Ese bonus supo rondar los cuatro o cinco mil pesos en los últimos tiempos. Se supone que ahora querrá más.

Otros sindicatos, como Bancarios, transitan la misma senda. Los trabajadores de un sector que apiló ganancia tras ganancia durante el kirchnerismo y se prevé que lo siga haciendo con el macrismo, y cuyos salarios andan por las zonas más altas en la pirámide de los ingresos, realizaron en las últimas semanas medidas de protesta enmascaradas en asambleas de tres horas diarias. La protesta se hizo notar mucho, especialmente en la Capital Federal y el conurbano bonaerense, donde millones de personas circulan por las entidades.

Así están las cosas entonces «gracias» a un debate que se transformó en una laberíntica «causa nacional» en la que quedó entrampado todo el mundo, quizás sin demasiada necesidad pero sí por obra y gracia de la impericia y la persistencia de los intereses sectoriales. Aunque se pretenda negarlo y se tiendan mesas con nombres grandilocuentes y pretensiones desmedidas. Como aquella Margarita que quería ser Margot.///

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