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Opinión

8 años de Francisco: un Papa distinto, para quien «nadie se salva solo»

El Sumo Pontífice, un nuevo aniversario y el mensaje de un verdadero líder mundial.

Francisco es un Papa distinto. Y no sólo por ser el primero latinoamericano de la historia -obviamente, el primero argentino-, sino por las reformas, los gestos y las transformaciones que impulsó en la Iglesia Católica desde su elección en 2013, y de lo que hoy se cumplen ocho años.

Es el Papa que llegó reclamando “tierra, techo y trabajo”, que clamó por los inmigrantes, por los excluidos; el Papa que criticó al poder económico y que denunció el egoísmo de los poderosos. Francisco, que también será recordado en la historia como el Papa que estuvo durante la pandemia de coronavirus, recordó en esta circunstancia a la humanidad que “nadie se salva solo”. Francisco se ha convertido en una figura moral indiscutida a nivel mundial y se consolida como un líder global con una destacada capacidad de convocatoria y diálogo.

La primera vez que salió de Roma después de convertirse en Francisco, Jorge Bergoglio eligió ir a la isla de Lampedusa, ese pedacito de tierra italiana en medio del Mediterráneo al que llegan miles de inmigrantes africanos y asiáticos irregulares todos los años.

“¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para mantener a sus familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto… La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia”, dijo entonces. Y la semana pasada, en su último viaje, Francisco llegó a Irak, donde verdaderamente “se jugó la vida”, en una tierra marcada por la violencia, por los atentados, y por el sufrimiento de una comunidad cristiana que es atacada y perseguida.

Allí pidió paz, remarcó el camino del diálogo con otras religiones y denunció la injerencia extranjera en la zona, apuntando directamente al poderoso Estados Unidos.

Entre el primer viaje y este último Francisco ratificó el mismo camino: acercarse a los que sufren, a los más necesitados, denunciar a los poderosos y criticar la indiferencia mundial. En todo su magisterio y en especial en su encíclica Fratelli Tutti (Todos somos hermanos), difundida el año pasado en plena pandemia, Francisco habla de la necesidad de recuperar la fraternidad mundial y la amistad social; se refiere también a la política como un servicio de caridad y habla de la reivindicación de la “sana política”.

Para el Papa, la mejor política es aquella orientada al servicio del bien común, que pueda poner en el centro la dignidad del ser humano, garantizada a través del trabajo, donde cada uno desarrolla sus propias capacidades. Francisco se ha esforzado en poner en marcha procesos de reformas y cambios que no madurarán en su pontificado, pero que, confía, terminarán teniendo una dinámica irreversible cuando abandone el sillón de sucesor de Pedro.

Con el mismo objetivo, la Curia romana impulsó una serie de cambios enmarcados en la redacción de una nueva Constitución que plasmará la mirada franciscana de la Iglesia, se titulará “Prediquen el Evangelio” y se espera esté terminada en 2021, tras siete años de trabajo del Papa con su consejo de cardenales asesores. La nueva Carta Magna, que reemplazará a una sancionada por Juan Pablo II en 1988, le dará “rango constitucional” a muchos de los avances de Francisco en temas como la lucha contra la pederastia en la Iglesia y la búsqueda de transparencia en las finanzas vaticanas.

Laudato Si, un escrito que, como él definió, no se trata sólo de un documento ambiental sino que ofrece una amplia perspectiva social. La encíclica dio origen a centenares de movimientos y fundaciones en la Argentina y el mundo, a la vez que jugó un rol determinante en la firma ese mismo año del denominado Acuerdo de París.

Otro de los ejes distintivos de su pontificado es la manera en que le “preocupa la triste situación de tantos emigrantes y refugiados que huyen de las guerras, de las persecuciones, de los desastres naturales y de la pobreza”, como planteó en un discurso en 2017.

El Papa se refiere siempre a los migrantes y refugiados como víctimas “en líneas generales” de un sistema en el que “cada vez hay menos ricos con mucha plata y cada vez hay más pobres con muy poca plata”, según explicó en 2019.

El diálogo es un principio rector de su pontificado. En este sentido se lee también otro de los grandes hitos de su pontificado: el histórico rezo en soledad en la Plaza San Pedro hace casi un año, el 27 de marzo de 2020, cuando le dijo a la humanidad que “nadie se salva solo” frente a una pandemia con la que, afirmó, todos “nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados”. Un Papa distinto. Y así de diferente es su pontificado, del que hoy se cumplen ocho años.

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, sostuvo que el papa Francisco despliega “un liderazgo indiscutible” en medio de la pandemia de coronavirus en el mundo, y afirmó que su encíclica Fratelli Tutti es su “gran legado” en busca de la fraternidad.

“Con enorme alegría saludamos este octavo aniversario. Hay un liderazgo indiscutible del Santo Padre en medio de esta pandemia que nos enseña a ser mejores personas”, afirmó Ojea en diálogo con Télam, al cumplirse ocho años del inicio del pontificado de Jorge Bergoglio.

En ese marco, el obispo de San Isidro recordó que, “al celebrar este octavo aniversario del papado de Francisco, no podemos dejar de poner nuestra mirada en aquel 27 de marzo del año pasado en la Plaza de San Pedro, vacía y lluviosa, con el Papa dejándonos ese texto del Evangelio de San Marcos sobre la tempestad: nadie se salva solo, todos estamos remando juntos”.

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