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Sociedad

ALBERTO OLMEDO

Otro 5 de marzo para recordar al maestro del humor, Alberto Olmedo, a 33 años de su partida.
El 5 de marzo de 1988, era poco mas de las ocho de la mañana, caminaba por la Rambla, en Mar del Plata, y al pasar por el Edificio Maral 39, en ese diminuto cantero, advertí que reposaba sin vida el cuerpo del más grande humorista argentino de todos los tiempos. Su cuerpo estaba intacto y hasta esbozaba una ligera sonrisa.
Se iba un grande de verdad, un genio de la improvisación, el inventor del chivo argentino y quizá el actor argentino más querido por todos: el genial “Negro Olmedo’, alguien que dejó un espacio que nadie podrá llenar.
Hace mas de 6 décadas desde que «El Negro» llegó desde su Rosario natal a Buenos Aires para debutar en el Canal 7 como switcher en el programa La Troupe de TV. A modo de homenaje perpetuo quise escribirle con la tinta de mi corazón este homenaje al gran transgresor, al inmenso genio inimitable del humor.
Para el padre del humor, para el príncipe de la risa:

Marzo, casi fin de temporada teatral. Un día gris, cargado de malos presagios, anunciaba las malas nuevas en los noticieros matutinos y paralizaban nuestras vidas y llenaban de nubarrones de luto a la ciudad más feliz del mundo. Mar del Plata estaba herida ante el hielo sórdido y letal de la noticia.
«La Feliz» se llenaba de tristeza, melancolía, angustia y soledad; los ángeles lloraban, el rey del humor nadó al vacío. Genio del aire, la tierra y los cielos pelean por Él. Cae el cuerpo al polvo y el alma flota sobre una alfombra de nubes doradas, el Mano Santa pende de una estrella fugaz, camino al cielo…
El Capitán Piluso eligió partir frente al mar como un barco a la deriva en busca de su inseparable compañero de aventuras Coquito, dejándonos con el alma rasjada, desnuda, y nuestra mirada nublada con lágrimas de viejas sonrisas.
Yo, como todos, gritando en el silencio, quería detener el tiempo, cambiar el destino, darte alas. Pero se apagó la luz, enfermó el humor y oscureció la fantasía. Quizá te empujó el hastío, quizá tu loco ir y venir: lo cierto es que tenías una cita con Dios y el pájaro del humor y los sueños voló a un paraíso celestial.
Un comité de personajes ilustres te espera para cambiar anécdotas: Fidel, Dringue, Biondi, «El Negro» Barnieri, «Pepitito» Marrone, Minguito y muchos más que entendieron que el humor es el mejor remedio del alma.

Estaras en cada parte, en cada flor, en cada teatro, en cada letra volcada de humor. No podremos olvidarte ni siquiera un instante y aunque lloro o no lloro, lo real es que te añoro, genio iluminado y eterno, loco de atar, maestro de maestros, rey sin corona, amigo verdadero, señor de muchos caminos, príncipe de la risa, padre de la alegría, hermano de la tristeza, esencia desconocida. No hay palabras para describir tu genialidad y tu grandeza.
Ya quedaron atrás Rucucu, «El Gordo» Porcel, Moria, Susana, Álvarez y Borges, tu querido Rosario, tu Santa Fe natal y un grupo de buenos actores y mujeres hermosas que te rodearon y admiraron. Te imagino corriendo junto a tu hijo tras las ninfas que en la frescura de la noche juegan desnudas. Sé que tu espíritu libre nos hará sentir tu permanente presencia.
Es muy fácil improvisar un poema o un escrito inspirándose en tu grandeza, nadie nunca ocupará tu pedestal, y aunque muchos traten de imitarte, jamás lograrán igualarte porque hay un solo «Negro» Olmedo; el gran improvisador, el niño grande, el grande niño, esa mezcla de genio y hombre común que muy pocos alcanzan: un elegido, un maestro, un profeta de nuestra tierra.

Pintaría tu figura con la luz del arco iris, pero esta historia no tiene un final feliz. El dolor muerde el corazón, te fuiste como el agua escapa de entre las manos, muere el hombre y, como el Ave Fénix, renace el mito.
Quiero fingir la realidad y quedarme en otra página, con el deseo de pensar que el genio del humor duerme en el fondo del corazón de cada argentino. Tengo un repetido sueño que, ansío, se convierta en realidad: y es que cualquier día de estos, sentado frente al televisor, aparezcas y digas «no vaya a tocar botón».

Dedicado a Alberto Olmedo, con mucho cariño y profunda admiración.

Adrian Dottori
Cronista Especializado
I.G.I. N 3436
Para El Observador Mendocino

Homenaje a Alberto Olmedo, de mi amigo y poeta cuyano Jorge Yamashiro.

Todavía me parece oir la carcajada contagiosa de mi viejo jajajaja cuando el querido negro Olmedo hacía esos enredos en aquellos programas viejos…
Sí, la garganta se desgranaba sin poder parar de reír con sus geniales improvisaciones, donde quedaba en evidencia frente a la atónita mirada de sus compañeros de payasadas…
Porque fuiste eso mi querido negro, un payaso sin nariz ni disfraz, eras capaz de provocar la risa espontánea, aunque no hubiera muchas ganas, el del mano santa con mirada pícara, un chiquito Reyes inocente que se volvía loco de repente, aquel tierno capitán Piluso que a la hora de interpretar, a los niños supo también conquistar, o el intelectual sobrino de Borges que junto al gran Javier Portales nos supieron alegrar…
Un talento inigualable para un cómico sin igual, ese que hoy me hizo recordar la carcajada contagiosa de papá jajajaja…
Gracias negrito querido, lo último que te pido es que si lo ves, hacelo reír en el cielo, quizá, pueda oir de nuevo, la risa de mi viejo…
Jorge Yamashiro

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