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Opinión

BIENES COMUNES, COMUNALIDAD, Y EL PROCOMÚN.

“Los bienes comunes”, el “procomún,” “comunalidad”, o “commons” (en inglés) son conceptos que se solapan y articulan entre sí. Por reduccionismo se usan indistintamente como sinónimos. Diferenciarlos o definirlos resulta difícil porque también varían con la historia o la cultura de cada época y lugar. A continuación, sigue una breve reflexión sobre el procomún, a modo de breve introducción a la tesis en 16+1 puntos del filósofo belga Lieven de Cauter.

El procomún es la experiencia, vivencia y necesidad que una comunidad de seres humanos construye sobre ese bien común. El bien común, su vivencia y la gobernanza son necesarios para que exista el procomún. Es un espacio cultural, mental, y factual. El procomún se entiende también como: «la forma de producir y gestionar en comunidad bienes tangibles e intangibles comunes, cuyo dueño no es único sino que nos pertenecen a tod@s y a nadie a la vez. También son aquellos bienes y modelos que heredamos o creamos libremente y queremos que permanezcan así para las posteriores generaciones. Espacios en los que todas las partes implicadas deberían tener acceso, participación y compromiso para asegurar su existencia».

Esta definición encontrada en la web Sursiendo.org (1) describe a la perfección la articulación de “bienes comunes”, “comunalidad” o “commons” y el procomún. Ninguno de estos elementos es único. Tenemos una larga historia como especie. Los 7.700 millones de seres humanos existentes vivimos agrupados bajo diversas condiciones geográficas, culturas, lenguas, y cosmovisiones. Hay tantos modos o formas de bien común, comunalidad y procomún como se quiera matizar o combinar.

El procomún corre un grave riesgo en este mundo de pensamiento único neoliberal y está en retroceso. Por eso es un tema candente y motivo de lucha social para recuperar los comunes expropiados.

Un ejemplo de la amenaza para el procomún y la comunalidad es lo que sucede con las semillas. Son obra incontestable de la naturaleza pero que, en esta civilización mercantilista, pasan a ser un bien privativo y patentado por empresas que luego las monopolizan en su beneficio. Todo so pretexto de la seguridad alimentaria mundial (que es pura perversión del lenguaje).

Hay muchos ejemplos más de cómo “lo común” acaba privatizado y monopolizado, en contra de la comunidad que antes lo disfrutaba sin más límite que la buena costumbre y gobernanza. Incluso el propio genoma humano ha sido secuenciado y es sujeto de patentes. También el agua que cae del cielo o los ríos y aguas subterráneas son un bien común, pero pueden ser desposeídas de la humanidad. Pueden ser titularizadas y hasta cotizar en bolsa.

La mayor amenaza es el ultracapitalismo, en la forma de los fondos de inversión, que en manos de una reducida élite mundial, tiene más poder que los estados modernos y pesa más que los intereses de la humanidad entera. Una minoría ha mancomunado para sí (neoliberalismo) lo que era de todos, so pretexto de unas leyes del mercado que ni son leyes ni regulan un verdadero mercado abierto.

Por todo ello el procomún no es un asunto teórico o epistemológico. Nos toca muy de cerca a todos. El común, su redefinición y reapropiación colectiva es el fuego que alimenta movimientos políticos y reivindicaciones cada vez más potentes.

Por ejemplo, para algunos teóricos la renta básica universal (RBU) también puede fundamentarse como derecho humano universal por ser un medio de devolver a la comunidad lo que desde lo privado y el interés subjetivo se ha expropiado, perjudicado, o que está en usufructo privativo. El momento civilizatorio del siglo XXI, por su complejidad y fragilidad, hace más necesario que nunca que esté soportado con una meditada sostenibilidad comunal.

Otra muestra de ello es lo sucedido con la pandemia del covid19. Con independencia de dónde o por qué surgió el virus, en un tiempo record tenemos ya vacunas. Se crearon gracias a la acumulación de conocimientos (conocimiento público o de código abierto, y también privado, etc). En menos de un año se desarrollaron vacunas gracias a la iniciativa de las empresas farmacéuticas pero también gracias a la existencia de un bageje científico historico y común, a especialistas formados en centros públicos y privados (cuya existencia y sostenimiento también es una forma de comunalidad). La comunalidad es central a este éxito sanitario. Pero el hecho es que se especula con las vacunas patentadas. Se practica geopolítica con ellas para arrinconar a otras vacunas y su institucionalidad (las cubanas, las rusas, las chinas…y unas cuantas más que veremos en el futuro).

Héctor Ariño
Periodistaobservador@yahoo.com.ar.

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