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Salud

Casi el 80% de los argentinos experimenta malestar psicológico

Según un informe, el porcentaje de personas que consideran necesitar tratamiento psicológico, y que no lo reciben, aumentó de modo sostenido. Por qué el acceso de la población a la atención de salud mental es crucial para atenuar el impacto psicológico de la cuarentena obligatoria y prevenir sus secuelas
La no adherencia a los tratamientos médicos producto de la evitación es uno de los efectos psicológicos de las pandemias y las cuarentenas que más impacto produce

En la Argentina, el primer caso confirmado de COVID-19 se detectó el 3 de marzo de 2020. Hoy, casi diez meses y un millón y medio de contagios más tarde, el país está al borde de otra crisis de salud: el trauma psicológico generalizado que genera el aislamiento. Las agencias de salud y los expertos advierten que se aproxima una ola histórica de problemas de salud mental: depresión, abuso de sustancias, trastorno de estrés postraumático y suicidio.

Cuando las enfermedades atacan, dicen los expertos, proyectan una pandemia de lesiones psicológicas y sociales. Esta “sombra” a menudo es persistente a la pandemia por el virus y continúa atacando por semanas, meses e incluso años. Y recibe poca atención en comparación con la enfermedad, a pesar de que también devasta familias, daña y mata.

El enfoque actual en la transmisión de la infección por COVID-19 en todo el mundo probablemente distraiga la atención pública de las consecuencias psicosociales del brote en los individuos afectados y en la población en general. Los problemas de salud mental emergentes pueden convertirse en problemas de salud duraderos, aislamiento y estigma.

Según una investigación publicada en el Centro Nacional para la Información Biotecnológica de los Estados Unidos (NCBI por sus siglas en ingles), el impacto a largo plazo en la salud mental de COVID-19 puede tardar semanas o meses en ser completamente aparente, y manejar este impacto requiere un esfuerzo concertado no solo de los especialistas de la salud mental, sino del sistema de atención médica en general.

Recientemente, la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), a través del Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA), presentó el último informe de una encuesta denominada Crisis Coronavirus. La primera edición fue presentada incluso antes de que se estableciera la cuarentena obligatoria en el país y cuenta con una actualización constante cada diez días. Este último documento refiere a la incidencia del ASPO -medida en 4 momentos diferentes- en la salud mental de los argentinos.

Cuando se confirmó la llegada del virus a nuestro país, primeramente, se comenzó a aislar a la totalidad de las personas que regresaban de otros países. Los viajes aéreos fueron suspendidos y las fronteras se cerraron, con la excepción de algunos espaciados viajes de repatriación de argentinos varados en el exterior, una vez tomada la medida. A partir del 20 de marzo de 2020, 17 días después del primer caso confirmado de COVID-19, entró en vigencia la cuarentena obligatoria de toda la población argentina, con excepción de los trabajadores de la salud, la seguridad y defensa, la prensa y la industria, distribución y venta de alimentos. El resto de la población, solamente podía salir de sus hogares para obtener alimentos, medicamentos o pasear mascotas.

Al momento de este informe, el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) ya había finalizado y había comenzado la etapa del Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO). El ASPO duró más de 33 semanas, durante las cuales se realizaron diversas modificaciones que se fueron actualizando cada 14 días. Los efectos psicológicos de las cuarentenas se estudiaron en diferentes ocasiones y países. De estudios de epidemias y pandemias anteriores a la actual surge que la cuarentena de mayor duración fue de 21 días en el país africano de Liberia en 2015, a partir del mencionado brote del ébola.

Desde el aspecto psicosocial, la cuarentena obligatoria suele ser una experiencia desagradable para quienes la sufren: separación de los seres queridos, pérdida de libertad, incertidumbre sobre el estado de la enfermedad y aburrimiento, con considerables pérdidas económicas.

Sobre epidemias anteriores, estudios mostraron que la prolongación de la cuarentena se asocia con un empeoramiento en la salud mental siendo los síntomas de estrés postraumático, conductas evitativas e ira los más prevalentes. De dichos estudios se concluye que cuanto mayor es el tiempo de cuarentena, mayores son los índices de síntomas los psicológicos.

En la mayoría de estas investigaciones se observa una asociación entre bajos ingresos, trabajos independientes y trabajos sanitarios con mayores niveles de síntomas psicológicos. En todas las dimensiones se registra que quienes realizan trabajos sanitarios sienten una mayor estigmatización por parte de la población general, mostrándose más evitativos luego de la cuarentena y psicológicamente más afectados: con síntomas más graves de estrés postraumático y de todos los otros síntomas psicológicos. Es decir, el impacto psicológico incluye tanto un amplio abanico de reacciones emocionales como prejuicios y discriminación hacia la población afectada o vinculada a la emergencia de los brotes y hacia el personal sanitario.

La no adherencia a los tratamientos médicos producto de la evitación es uno de los efectos psicológicos de las pandemias y las cuarentenas que más impacto produce. Las autoridades subestiman la relevancia de aspectos psicológicos importantes que desempeñan un papel vital en el manejo de la cuarentena. Por ejemplo, la falta de adherencia a la vacunación es un problema generalizado a nivel global incluso durante pandemias. Los aspectos psicológicos juegan un rol determinante en el afrontamiento de la pérdida de seres queridos y en el incremento de la xenofobia y estigmatización de sectores sociales.

Según los datos arrojados por la investigación, el porcentaje de personas en riesgo de trastorno psicológico se incrementó significativamente de 4,86% (marzo) a 7,20% (mayo), 8,10% (julio) y 10,24% (octubre). En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), dicho incremento pasó de 4,9% (marzo) a 6,6% (mayo), y 9,5% (julio y octubre). En octubre, el 80% de los participantes reportó experimentar malestar psicológico, el 54,8% de los participantes reportó consumir alcohol y 46,5% consideraron necesario tratamiento psicológico.

Según este informe, el porcentaje de personas que consideran necesitar tratamiento psicológico, y que no lo reciben, aumentó de marzo a octubre de modo sostenido, llegando al 43,75%. Los problemas económicos y de acceso a la atención psicológica se destacan sobre otras barreras para realizar tratamiento psicológico por parte de aquellos que consideran necesitarlo.

“A pesar de la importancia de los factores psicológicos en el manejo de epidemias y pandemias, y que la Argentina tiene el mayor número de psicólogos por habitantes, los organismos de salud del país han dedicado escasos recursos a tratar específicamente el impacto psicológico de la pandemia. Dada su relevancia, este estudio tiene por objetivo conocer cómo las mismas afectan psicológicamente a la población de la Argentina. Continuando la tarea iniciada a pocos días de comenzada la cuarentena y del primer caso confirmado de COVID-19 en el país, este informe presenta los hallazgos obtenidos a las 32 semanas de ASPO y los compara con aquellos obtenidos a la primera semana, a las 8 semanas y a las 16 semanas”, advirtieron los investigadores.

Según este informe, el porcentaje de personas que consideran necesitar tratamiento psicológico, y que no lo reciben, aumentó de marzo a octubre de modo sostenido, llegando al 43,75% Según este informe, el porcentaje de personas que consideran necesitar tratamiento psicológico, y que no lo reciben, aumentó de marzo a octubre de modo sostenido, llegando al 43,75%

Existe actualmente un consenso sobre qué intervenciones psicológicas son adecuadas para personas afectadas por la pandemia. “En el corto plazo, resulta necesario mejorar el seguimiento de las tasas de ansiedad, depresión, suicidio y otros trastornos así como evaluar la efectividad de las intervenciones o abordajes en crisis considerando tratamientos presenciales y no presenciales para encontrar modelos óptimos y posibles de implementar”, indicaron los expertos.

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