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Opinión

La seguridad de los judíos en Argentina y Estados Unidos

A 25 años del atentado a la Embajada de Israel, una herida que continúa abierta con 85 muertos

  • La seguridad de los judíos en Argentina y Estados Unidos
Por Patricio Abramzon (*)
Pasaron 25 años de aquella tarde en que un estruendo sacudió las ventanas de nuestro apartamento en pleno centro de Buenos Aires. Mis hermanas y yo recién habíamos regresado de la escuela. Minutos después las ambulancias y los camiones de bomberos se abrían paso a gran velocidad por la avenida hacia lo que parecía ser el sitio de una explosión de magnitud.
La televisión mostraba imágenes de una columna de humo que se alzaba imponente detrás de los rascacielos de la ciudad. Los reporteros dijeron que la Embajada de Israel había sido blanco de un ataque terrorista: 29 muertos, más de 200 heridos. Como adolescentes argentinos judíos sentimos que ese ataque nos tocaba directamente.
A partir del 17 de marzo de 1992, la vida diaria de la comunidad judía argentina cambió para siempre. Y el impacto se sintió incluso más allá de las fronteras nacionales. Ésta fue la primera vez que Latinoamérica –de hecho todo el hemisferio occidental– fue golpeada por el terrorismo internacional.
Una camioneta
Al poco tiempo nos enteramos que operativos suicidas de Hezbollah, la organización yihadista libanesa apoyada por Irán, estrellaron una camioneta Ford F-100 cargada de explosivos contra la embajada israelí. El criminal atentado también hizo añicos una iglesia católica, un asilo de ancianos, una escuela, edificios aledaños, y cercenó la vida de personas de diversas nacionalidades y credos que por allí pasaban.
Los cómplices locales que facilitaron la logística nunca fueron identificados, y eso dejó abierta la puerta para que otro ataque fuera perpetrado tan sólo dos años después. La voladura de la AMIA, el centro de la vida judía porteña, causó 85 muertos –judíos y no judíos– y otros 300 heridos. Fui testigo directo de la devastación y el sufrimiento ocasionados ya que participé como voluntario en las tareas de rescate y asistencia. Aquel segundo atentado completó la transformación de la vida judía en Argentina y en toda la región.
Desde aquel momento, las instituciones judías (sinagogas, escuelas, clubes deportivos y demás) se convirtieron en fortalezas: pilares de cemento en la acera para prevenir nuevos ataques, guardias las 24 horas, protocolos de seguridad para los visitantes que entran y salen, y una cotidianeidad en alerta máxima. Pasaron tantos años desde aquel hecho, que los judíos de Argentina hasta se han acostumbrado a esta supuesta normalidad.
Sigue la preocupación
Hoy vivo en Houston, Texas, y sigo con preocupación las noticias de lo que sucede en Estados Unidos. Obviamente, las amenazas telefónicas contra los centros comunitarios judíos y el vandalismo sufrido por escuelas y cementerios no se comparan con la explosión en Buenos Aires hace 25 años. Pero el mensaje –el propósito del terrorismo siempre es fomentar el miedo y la intimidación– es similar. No es esto lo que deseo para mis hijas, que asisten al Jewish Community Center de Houston, ni para nadie.
Resulta increíble que una colectividad de 5,5 millones de personas, plenamente integradas en la sociedad estadounidense, deba atravesar semejante situación. ¿Será éste el inicio de un período complicado para la comunidad judía de Estados Unidos? No lo sabemos. Tampoco sabemos si las autoridades están haciendo lo suficiente para ponerle coto a estos incidentes. Ciertamente, la indignación que siento por las amenazas contra la seguridad de mi familia, mi comunidad y el hostigamiento a miembros de otras minorías se intensifica por el hecho de que los responsables siguen prófugos. Sin embargo, no nos dejaremos amedrentar por cobardes amenazas.
Manifestaciones
contra el terrorismo
Dos días después del ataque a la Embajada de Israel, me sumé a los más de 60 mil argentinos que se congregaron para manifestarse en defensa de la democracia y decirle no al terrorismo. Con dieciséis años, marchaba con la convicción de que vivía en una sociedad pluralista, en donde el antisemitismo no era un sentimiento generalizado entre mis compatriotas. Cierto. Pero siempre están esos pocos endiablados que pueden causar mucho daño.
Si queremos derrotar a la intolerancia y el terrorismo, debemos aprender de las lecciones que nos deja el atentado a la Embajada de Israel. Nuestros líderes políticos deberían tomar las medidas necesarias para evitar que el odio se instale entre nosotros. De lo contrario, la cohesión social sufrirá, y nuestra democracia pagará el precio.///
(*): Director asistente para medios en español del American Jewish Committee.

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