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Sociedad

Minería y agricultura, ¿el reino del revés?

El CEAS tal vez sea el ámbito propicio para discutir este tipo de problemas de política económica explorando posibilidades de encontrar soluciones que tiendan a equilibrar ciertas inequidades y resulten satisfactorias para todos.

Por ese entonces, los productores agrarios del Valle de Uco y de General Alvear todavía estaban festejando porque ocho meses antes habían conseguido que se sancionara la Ley 7.722 que, en la práctica, eliminó toda posibilidad de desarrollo de la minería metalífera en el territorio provincial de Mendoza.

Algún observador independiente, recordando la canción de María Elena Walsh, «El reino del revés» debe haber pensado que entre los buenos y los malos sueldos, los mendocinos eligieron lo peor. Pero su interpretación sería errónea porque el desarrollo económico y social de un pueblo se logra sumando actividades productivas y no eligiendo una y eliminando otra.

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Desde aquellos tiempos se habló mucho sobre el tema y de manera pública se puso mucho énfasis en la posibilidad de que la minería cause daños a la agricultura en relación con el uso del agua. Esos argumentos han sido rebatidos en base a la legislación mendocina (Ley de Aguas, Constitución Provincial) que impide quitarles el agua a los agricultores y también a las tecnologías modernas que evitan accidentes y minimizan los impactos supuestamente dañinos.

Pero la información del diario porteño no tenía nada que ver ni con el agua ni con el ambiente. Se relacionaba con una realidad económica que los productores agrarios comentaban en privado pero nunca lo plantearon en forma pública. Podrían resumirse esos comentarios de esta manera «… si viene la minería y paga buenos sueldos nos va a dejar sin empleados y sin cosechadores».

No era un tema menor. Por el contrario, era importantísimo tenerlo en cuenta porque el agro sigue teniendo una gran dependencia de la mano de obra para su operación y producción.

Por otro lado, se han visto año tras año innumerables discusiones y protestas por el bajo precio que se paga al productor primario que, de esa manera, resulta ser la variable de ajuste de la cadena de comercialización en relación a los precios de mercado. Si esto se repite todos los años, es impensable que esos productores primarios puedan pagar buenos sueldos a sus empleados. En ese contexto, el temor de los productores de quedarse sin mano de obra estaría plenamente justificado, sobre todo porque en Mendoza no se hace referencia a grandes y poderosos estancieros sino a una mayoría de pequeños productores.

Si bien estoy convencido, por varios motivos, que la minería realmente no le va a quitar la mano de obra a los agricultores, esto no ha sido aclarado ni discutido en ningún momento y por eso el temor sigue vigente. Demás está decir que este no es un tema ambiental. Es un problema de política económica.
Unos cuantos años atrás, tuve oportunidad de conocer España en una época en la que se pagaban importantes sumas para subsidiar la producción primaria del campo y también recogí buenos comentarios sobre los resultados obtenidos con esos subsidios destinados a proteger la continuidad de la producción y de las fuentes de trabajo.

En la Argentina se pagan muchos subsidios. No sé si el pequeño productor mendocino accede a esas ayudas y, en caso afirmativo, si esos subsidios son suficientes. Lo ideal es que el productor tenga una renta razonable y que, como consecuencia, pueda pagar sueldos dignos a sus empleados.

El Gobierno de Mendoza ha constituido recientemente el Consejo Económico, Social y Ambiental en cuya mesa van a estar sentados tanto los productores agrarios como los mineros, junto con muchos y variados actores del quehacer provincial, con un claro objetivo de integración política.

Tal vez sea el ámbito propicio para discutir este tipo de problemas de política económica explorando posibilidades de encontrar soluciones que tiendan a equilibrar ciertas inequidades y resulten satisfactorias para todos.

El futuro de Mendoza necesita sumar actividades para ampliar su matriz productiva y generar mayor riqueza y más empleo. No se trata de elegir una actividad y dejar otra de lado, o de introducir nuevas fuentes de producción en perjuicio de las preexistentes. El desafío consiste en compatibilizar todas las actividades posibles en un marco de armonía social, económica y política.

EL AUTOR. Eddy Lavandaio. Geólogo. Matrícula COPIG 2774A. Miembro de la Asociación Geológica de Mendoza,

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