Periódico independiente de la provincia de Mendoza

Sociedad

DESOCUPADES, MARX Y UNA DISCUSIÓN SOBRE “LOS EXCLUIDOS”

Desde fines del siglo pasado, el mapa de la lucha política y social en Argentina se transformó a partir de la irrupción del movimiento piquetero, generando una gran cantidad de debates y posiciones de las más variadas procedencias ideológicas.

Nos interesa realizar algunas aproximaciones básicas sobre el fenómeno del aumento sostenido de les trabajadores desocupades, retomando algunos conceptos de Carlos Marx que aportan a entender la dinámica de su formación como elemento necesario y constitutivo del capitalismo. Y también poder compartir algunas coordenadas sobre la forma política concreta que toma el movimiento.

En Argentina, la porción de trabajadores que integran las filas de la población sobrante se ha incrementado en los últimos cincuenta años, despuntando en cada crisis económica. En estos momentos, donde el 11% de la población se encuentra desempleada (y más del 40% empobrecida), aparece nítidamente la imposibilidad de una enorme masa de trabajadores de reproducir su existencia de forma permanente. El debate sobre si le desocupade es un sujeto nuevo, renace de las cenizas del autonomismo de fines de los noventa y de las derrotas que la clase obrera ha sufrido en las últimas décadas.

En los inicios del movimiento piquetero, a fines del siglo XX, dicha polémica era encarnada por sectores del autonomismo que, influenciados por John Holloway y algunas interpretaciones parciales del levantamiento zapatista, se paraban por fuera de la contradicción capital/trabajo para explicar la existencia en masa de les desocupades, al que consideraban como sujeto nuevo en la escena política. En lo concreto, muchas de estas experiencias intentaron emular experiencias como la del EZLN o la del MST brasilero al calor de las luchas que empezaban a librarse en el conurbano bonaerense. Su resultante político fue la extinción de estas experiencias o la reconversión hacia una especie de estatismo de izquierda. En la actualidad el debate es recuperado por sectores del peronismo y la llamada “izquierda popular”, consagrado sus trabajos de militancia a las tesis de la “economía popular”. Si bien no parten de la misma matriz del autonomismo, comparten la visión de que los conceptos clásicos esbozados por Marx en la “Ley general de la acumulación capitalista” (Tomo I de “El Capital”) no alcanzan para explicar el desarrollo actual de la fracción desocupada de la clase obrera.

Para Juan Grabois y Emilio Pérsico, dos de los dirigentes e intelectuales que solventan dicha tesis, “el trabajo asalariado ha dejado de ser la relación social predominante del sistema capitalista”[1] hipótesis que los lleva a concluir que “la contradicción fundamental en nuestra sociedad es cada día más clara: están los que caben y los que sobran”.

Consideramos que, si bien la etapa neoliberal del capitalismo ha trastocado las características de la llamada “población sobrante”, nos parece que el desarrollo de la misma responde más que nunca a la lógica esbozada en el Capital.

En ese marco, y ante la hegemonía construida por la UTEP en las organizaciones sociales, nos parece importante volver sobre algunos conceptos respecto del sujeto que se organiza en los movimientos de trabajadores desocupades y los límites de la visión de la “economía popular”.
¿Nada nuevo bajo el sol?
Partimos de entender el fenómeno de la desocupación como propio de la lógica de acumulación de capital, es decir, del crecimiento del capital entendido en su totalidad mundial, que no solo se expresa en su forma cuantitativa, sino que se realiza modificando constantemente su composición orgánica. ¿Cuál es esta composición orgánica del capital? La relación entre su parte constante (medios de producción) y su parte variable (fuerza de trabajo). Estas partes que constituyen el capital, no lo integran en partes iguales, ni tampoco se desarrollan en la misma proporción cuando el capital crece. En este sentido, la demanda de trabajo no está determinada por las dimensiones de todo el capital, sino por la suerte de su parte variable y, como Marx demostrará, aquella porción decrece progresivamente a medida que se acrecienta la totalidad del capital. Vale aclarar que con el crecimiento del capital global se incorpora fuerza de trabajo, pero en proporción constantemente decreciente en comparación con el volumen que ocupaba en la composición del ciclo de acumulación anterior. La reducción proporcional aparece como un incremento en términos absolutos de la población obrera, cuyo crecimiento siempre es más rápido que la incorporación de capital variable (trabajadores) o que el de los medios que permiten ocupar a aquella.

Marx sostiene que la “acumulación capitalista produce de manera constante, en proporción a su energía y a su volumen, una población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesivas para las necesidades medias de valorización del capital y por tanto superflua” [1].

También explicaba que el desarrollo de la técnica (tecnología) modifica el proceso de producción capitalista prescindiendo cada vez más del factor variable del capital. Una cara de este fenómeno, es que la clase obrera que produce la acumulación de capital, produce cada vez más los medios que la van convirtiendo relativamente en excedentaria (Marx le asigna la validez de ley de población, para el modo de producción capitalista). De aquí también se desprende que, si la sobrepoblación obrera es el resultado de la formación de riqueza en el capitalismo, esta sobrepoblación debe ser la condición de existencia del modo de producción capitalista: un ejército industrial de reserva a disposición del capital.
Tal dimensión teórica cobra mayor significación en el estadio actual del capitalismo, donde la automatización de los procesos de producción, la “big data o macrodatos”, la “robotización” y el desenvolvimiento de la “4ta revolución industrial” pareciera desbalancear aún más la relación entre la parte variable y constante del capital.

Todos estos procesos introducidos por la ciencia, implican que los capitalistas logren reducir los costos a través de introducir cada vez más robots que cumplan muchas funciones reprogramables, automatizando procesos y analizando mucha más cantidad de información en menos tiempo, incrementando así la productividad del trabajo. El desplazamiento de une obrere por la tecnología y la maquinaria sólo puede existir cuando la amortización de los mismos incorporada al precio por unidad de cada producto, es menor que el salario que reemplazó. Es decir que va a depender de la lucha de clases por el salario y del desarrollo de la técnica, la posibilidad de que la tecnología desplace a más obreres del sistema productivo. No entendemos que trabajadores y desarrollo tecnológico sea un antagonismo de la humanidad, sino más bien del capitalismo.

No es menor que el reemplazo no remunerado del trabajo humano sea impulsado por países que pueden planificar su economía industrial desde un lugar de poder. Así, China, Alemania y Estados Unidos se configuran como los principales pioneros de esta tendencia que más temprano que tarde llevará a una porción importante de la clase trabajadora a sucumbir ante la desocupación.

¿Cómo pensar la sobrepoblación relativa?
Algunas tendencias marxistas suelen reducir la caracterización del sector desocupado en tanto ejército industrial de reserva que regula la oferta del trabajo a partir de los condicionamientos y presiones que ejercen sobre la clase obrera ocupada que, ante el temor al despido, retrae sus luchas salariales conscientes de que fuera de la fábrica existen miles de trabajadores desocupades expectantes a ingresar al proceso productivo. Al mismo tiempo, algunas tendencias de la izquierda ven a un sector importante de les desocupades desde la concepción de “lumpenproletariado”, es decir el sector compuesto, como diría Marx, por vagabundos o delincuentes, ubicades en el subsuelo de la sobrepoblación relativa que suelen servir, en ocasiones, como fuerza de choque de las clases dominantes contra el resto de la clase obrera.
Entendemos que ambas concepciones no son suficientes para explicar la población sobrante actual de Argentina. Vemos necesario retomar la división que analiza Marx de la sobrepoblación relativa, la cual adopta tres formas: fluctuante, latente y estancada.

Cuando Marx habla de fluctuante se refiere al proceso de ingreso y egreso de mano de obra a la industria según el momento de crisis o de relativa estabilidad. De todas formas, en los casos en que aumenta la cantidad de obreres ocupades, ese aumento siempre va a ser menor en escala, al aumento que operó en toda la producción y que produjo esa ocupación mayor. En un país como Argentina donde más del 90% de la población se encuentra en los grandes centros urbanos, su importancia dentro de la población sobrante relativa no es resulta ser un dato menor.

Cuando se refiere a la latente, hace mención a le obrere agrícola expulsado del campo. Hay que tener en cuenta aquí que este proceso de expulsión se dio principalmente en el momento de consolidación y desarrollo de la sociedad capitalista, en la transición del campo a la ciudad. De todas formas, mantiene su vigencia en algunas zonas geográficas del mundo, aunque en la Argentina ha perdido peso y más si se considera que la población ocupada en la agricultura cayó del 27.5% a 6,7% entre 1950 y 2010[3].

Por último, y la que nos parece más interesante para complejizar desde el movimiento de desocupades tiene que ver con la estancada. En América Latina, y en Argentina en particular, un sector expulsado del trabajo asalariado no pudo volver al circuito productivo más allá de los ciclos de crecimiento económico.

Los movimientos sociales pueden mostrar una radiografía de dicha tendencia ascendente, observando como en los barrios populares nos encontramos con dos o tres generaciones de familias que no han pasado por el trabajo formal o “de fábrica”, y desde hace tiempo dependen de los programas de empleo del Estado, la realización de changas, la venta ambulante, entre otros.

Este sector constituye la gran mayoría de compañeres organizades en los movimientos sociales, muches de les cuales fueron expulsados del Estado a partir de las consecuencias generadas por la ley de Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica aprobadas por el menemismo.

Dentro de este mundo, además se encuentran las juventudes precarizadas universitarias y terciarias que se especializan, ya sin un horizonte claro respecto a su futura inserción en el proceso productivo, al tiempo que nutren a las precarizantes empresas de plataformas o a las ramas de servicios y comercio.
Cambiar algo sin resolver el problema
Les partidaries de la economía popular enfocan su accionar en la necesidad de una mayor institucionalización del sector estancado a partir de la intervención del Estado con transferencia de recursos (salarios complementarios), lo cual entendemos no resolverá el problema de la desocupación en el país ya que no se plantea dentro de una estrategia de transformación estructural de la sociedad sino, y más allá de las intenciones, en adaptación a ella. Ya ni se menciona la posibilidad de reparto de las horas de trabajo ante el crecimiento de la desocupación o medidas que pongan en jaque a la estructura neoliberal de la economía argentina, reduciendo las intervenciones a aspectos redistributivos. Ni siquiera se piensa en volver a los estados de bienestar.

En sus orígenes el movimiento piquetero se nutrió directamente de les trabajadores expulsados de YPF y de todas las industrias privatizadas al calor de el gran acuerdo neoliberal menemista, así como también de trabajadores del Estado que cumplían tareas que hoy garantizan, de manera precarizada, las cooperativas de los movimientos sociales (sin el reconocimiento del vínculo laboral). Lo que se llama economía popular en gran medida son trabajos y funciones abandonadas por el Estado y garantizadas a partir del aditamento de una precarización generalizada[4] (servicios de barrido y recolección, zanjeo e instalación de redes de agua y cloacas, servicio de comedores, entre otras actividades).

Entendemos que este es el sector de lo que hoy se sostiene como trabajadores de la economía popular, evitando retomar el planteo antisistémico de la discusión ya que la existencia de la desocupación es una condición indispensable para la reproducción del sistema capitalista.
Por dónde armar el camino
Coindicimos en la necesidad de reflexionar y evaluar medidas específicas para el sector estancado que ya posee magnitudes cuantitativas importantes respecto a otros períodos capitalistas, y que en el caso argentino posee una dinámica de organización y lucha que no existe en otras partes de América Latina. En ese marco, vemos necesario retomar la perspectiva del poder popular, haciendo hincapié en la autoactividad de les trabajadores, la construcción de la democracia directa y las prácticas prefigurativas, así como la tarea necesaria e imprescindible de construir perspectiva socialista y feminista en el sector, evitando morir en la lógica economicista o meramente sindical. Somos conscientes que la relación de fuerzas nos pone en un lugar distante para traccionar la concreción de políticas transicionales (sin negar la necesidad de plantearlas) que permitan revertir la tendencia del capital, pero no por eso vamos a simplificar nuestro accionar estratégico a las reglas del juego que garantizan nuestra precariedad y alejamiento del mundo del trabajo.

Quienes simplifican la problemática de la desocupación al aspecto gremial de la lucha, con su institucionalización a cuestas, no dan la relevancia necesaria al estadio actual del capitalismo y sus reglas de competencia como un límite central al trabajo cooperativo[5]. La resolución al conflicto que plantean, es una respuesta dentro de los márgenes del capitalismo, como si pudiera encontrarse la solución al problema en el mismo sistema que los genera y los demanda para su reproducción diaria.

El sentido de esta crítica no se traduce en descartar las luchas reivindicativas por mejorar las condiciones de vida del sector precarizade/desocupade. Lejos de eso creemos que es necesario la profundización de esas luchas para lograr mayor organización, con el objetivo inmediato de la unidad entre las diferentes formas concretas que asume la población sobrante y la oportunidad de articular una fuerza social de carácter revolucionaria.

La autocrítica necesaria demarca que les principales cuadros de las organizaciones piqueteras no son de la extracción desocupada y suelen ser varones heterosexuales. En ese marco, uno de los debates de construcción fundamentales tiene que ver con la concreción de escuelas de formación territoriales y acciones que apuesten a una mayor politización de la militancia que se construye en la lucha contra la desocupación.

A su vez, es necesario, en el marco de la autoactividad de les trabajadores, desarrollar experiencias multisectoriales tanto en el territorio como en los planes de lucha generales contra los ajustes y reformas estructurales en beneficio del capital. Al igual que lo planteado por Marx, vemos imprescindible construir una unidad solvente entre el sector ocupado y desocupado de la clase. Sabemos que llegar a este lugar no es una definición abstracta y menos aún cuando las burocracias sindicales hegemonizan la mayoría de los sindicatos, pero si entendemos que hay que poder construir experiencias prefigurativas donde se pueda y que puedan servir de experiencia a emular durante el período que se abre.
A modo de cierre

La población sobrante es consecuencia necesaria de las relaciones sociales capitalistas, de la agudización de la contradicción capital/trabajo. Al tiempo que el capitalismo reafirma su vigencia plena en la vida social y económica de las personas, la necesidad de transformar las estructuras actuales posee la misma vigencia. El empobrecimiento generalizado de la población no es otra cosa que el desarrollo sin más de la lógica del capital y los padecimientos actuales son el latido del corazón que da vida a la explotación sobre la que se organiza el trabajo y la vida.

Vivimos en un mundo estructurado en base a un sistema que no ha muerto con las crisis que lo han azotado y que se regenera con cada golpe en una mayor concentración de la acumulación de riquezas a costa de la pauperización de importantes sectores de la sociedad.

El debate estratégico del sector exige plantearse una modificación central de la estructura capitalista y no una adaptación a una situación que cada vez genera más pobreza y precarización. ¿Institucionalizaremos el 50% de la población cuando haga falta? Esto para nada desestima las luchas reivindicativas por el aumento salarial de los programas de empleo o una serie de reivindicaciones por las que luchamos día a día, pero si pone claridad en los límites de esas luchas si lo que queremos es desarrollar una perspectiva de “cambio social” en los movimientos territoriales.

Como tarea central consideramos necesario modificar la relación de fuerzas entre la clase obrera y el Estado, continuando con la reconstrucción de la perspectiva histórica del socialismo y el feminismo, incorporando la paciencia de la araña para los tiempos venideros y la agresividad de la marabunta para las luchas actuales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *