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Opinión

La agonía de la democracia

Todas las dictaduras proponen una delegación de los derechos de los pueblos a cambio de “cuidarnos”. Sin embargo, luego los “salvadores” se convierten en verdugos
“Piensan que el futuro está en la autocracia y que la democracia no puede funcionar en un mundo complejo”. Joe Biden, el actual inquilino de la Casa Blanca ha hecho la afirmación del epígrafe referida a los líderes de China y Rusia.

Podría haber incluido a su predecesor, Donald Trump, al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, al de Venezuela Nicolás Maduro, al de Turquía Recep Erdogan, y muchos otros más, que solo usan el sistema electoral para acceder al poder y luego intentan manipularlo o lo manipulan para perpetuarse.

La democracia europeo céntrica, de la que nos sentimos parte, es mucho más que un sistema electoral o de gobierno, es un estilo de vida. Implica reglas de juego estables que no se modifiquen sin acuerdos de oficialismos y oposiciones, el respeto a la división de poderes, a los derechos humanos, etc.

Luego de la crisis económica de 1930 surgieron alternativas autócratas, como forma de respuesta a las necesidades insatisfechas de millones de personas. Hitler y Stalin, con excusas ideológicas distintas, fueron los más notorios y monstruosos representantes de esa tendencia, que se extendió por Europa, Asia y África y que iba a teñir la casi totalidad de los gobiernos post coloniales. La Segunda Guerra Mundial fue la consecuencia inevitable.

La pandemia de 2020, que continuará al menos durante 2021, ha golpeado a la humanidad desde lo sanitario y lo económico y está produciendo nuevamente una ola de miseria e injusticias. Millones de personas se quedan sin trabajo remunerado, decenas de miles de pequeñas y medianas empresas quiebran, las vacunas son un bien escaso y quien más paga más consigue.

Ante la desesperación de media humanidad pareciera ocioso el debate entre autocracia y democracia. Pero no lo es y resulta vital comprenderlo.

Durante el siglo pasado y el comienzo del actual, cada dictadura, en cada país del mundo, nos propuso la delegación de los derechos de los pueblos a cambio de “cuidar de nosotros”.
Luego, los “salvadores” se convierten en verdugos, represores, torturadores y los únicos que se “salvan” son los miembros de las burocracias que rodean a los “Führer” y a los “Padres del proletariado”.

Cuando se tiene hambre y se sufre la injusticia, los pueblos buscan una respuesta y no es fácil resistir la seducción de los cantos de sirena. Tampoco es sencillo hablar de la importancia de la libertad, en medio de las crisis, pero tenemos la obligación de hacerlo. De explicar que los autócratas te quitan tus derechos y a cambio solo te dan promesas que nunca cumplen. Un detalle central: las autocracias se imponen, las democracias se acuerdan.

Es necesario que se discutan modelos de crecimiento económico, de redistribución del ingreso, de políticas de salud, educación, seguridad, política exterior, etc. Pero ese debate y las consiguientes diferencias ideológicas y competencias electorales, deben darse dentro de un sistema de convivencia y respeto por quien piensa distinto.

Es un trabajo que compete a todos los protagonistas de la vida política y social, que incluye objetivos y medios.

Algunos venimos sosteniendo la necesidad de acordar políticas de estado para lograr la mejora del nivel de vida de nuestro pueblo. Otros consideran esta propuesta una utopía irrealizable.

En cualquier caso, lo que no debiera objetarse es el sistema democrático, para coincidir o disentir. La democracia agoniza en muchas partes.

En nuestra Patria, en estas horas tan difíciles, es importante defenderla.

Héctor Ariño.
Periodistaobservador @yahoo.com.ar.

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