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Opinión

LA GRIETAS Y LA VIOLENCIA SOCIAL

Nuestro país sufre desde hace décadas una suerte de movimiento pendular, en el que los procesos políticos de turno fueron sistemáticamente abortados y denostados por el gobierno siguiente, muchas veces del mismo signo, incidiéndose de ese modo la generación de políticas de Estado, sino la evolución de las líneas de pensamiento.

Es un recurrente ciclo de proclamación inicial y fracaso final, la política partidistas reemplazó las ideas democráticas y liberales, abriendo las antinomias de ser o no ser, de pertenecer o no, en un vacio dialecto, que va como resultado la fragmentación social, la pérdida de la noción colectiva y una arraigada intolerancia al otro que no es como yo.

Así nos llegó la pandemia, desnudando no sólo nuestros déficit estructurales, sin, ante la crisis económica y sanitaria, la reiterada aparición de chivos espiratorios como fórmula excusadora, en la efímera aspiración de que el enemigo común genera unidad.

Todo es al revés, hacer un acto político del fallecimiento de un jugador de futbol, provocar el enfrentamiento de la policía con la gente y cortar el velorio cuando más de medio millón de fanáticos querían llegar a la casa Rosada. Todo confuso y despropósito de la política vernáutica.

«Hubo una acción desmedida de la policía de la ciudad durante la represión en Plaza de Mayo» dicen desde el Gobierno Nacional, mientras que los del gobierno de Rodríguez Larreta afirman que fue desde el Ministerio del Interior que dieron la orden la reprimir.

Lo cierto es que lo visto no fue bueno, fue la peor imagen, que por supuesto arriesga el riesgo epidemiológico en el área metropolitana, aunque hay cierta mitigación por que fue en zonas abiertas. Es peligrosa esta imagen de inadaptados, que se hizo viral y que habría que evitar.
Vivimos echándole la culpa a los gobiernos anteriores, a los porteños, a los chinos, al capitalismo salvaje y a cuanto enemigo de turno inventamos, sin darnos cuenta que esta dispersión engañosa y deliberada de responsabilidades nos encajan en la multiplicación de la desconfianza, la segmentación en sectores que se rechazan mutualmente y el aumento creciente de la intolerancia social.

Esta combinación en mucho más que una grieta, es el fantasma de la intolerancia social a la que estamos al borde. Lamentable.

Héctor Ariño
Periodistaobservador@yahoo.com.ar.

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